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lunes, 12 de junio de 2017
Perder a los padres=Sentirse huérfano siendo adulto
La orfandad en la adultez.
Cuando nacemos, necesitamos desesperadamente del otro para poder sobrevivir. Llegamos al mundo en estado de vulnerabilidad y prematuración para valernos por nosotros mismos. Esto tiene un nombre: Desamparo original.
Así, el cuidado de nuestros padres será fundamental en varios niveles. Por un lado, para cubrir nuestras necesidades básicas de cachorro humano. Pero con eso no basta, necesitamos que nos amen, que nos hablen y apuesten a que los vamos a escuchar, que nos miren, que nos toquen y que nos incluyan en la trama de su vida. Que depositen en nosotros sus sueños, sus anhelos, sus creencias e imposibilidades. Que seamos algo para su deseo. Todo esto creará las marcas con las cuales de niños formaremos nuestra existencia y nos dará un rol dentro de la familia al cual nos identificaremos. En algún punto, todos fuimos rescatados en el inicio de nuestra existencia por esas palabras, ese cuidado, ese amor y ese deseo.
Ellos fueron los dioses de nuestra infancia, todas nuestras demandas y pedidos fueron hacia ellos. Más tarde, vendrá la etapa de separación y de hacer un camino propio que incluya los orígenes. Al morir los padres, independientemente de la edad que uno tenga, algo de ese desamparo original puede actualizarse, aunque se tenga hijos, pareja, carrera o dinero. Es la forma en que cada persona subjetiva la “ley de la vida”. Nuestro universo se reconfigurará simbólicamente y será un mundo sin los padres, de orfandad y finitud, con el cual tendremos que aprender a hacer y a vivir como adultos, aunque nos duela como niños.
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